jueves, 14 de junio de 2007

ALGUNOS CUENTOS DEL MUQUI

El Muqui y el niño pelinco
Hace muchos años, cuando el trabajo empezó en las minas, dicen que los mineros tenían mucho respeto y temor a los Apus[1] o cerros, de donde ellos extraían el mineral. El temor se acrecentaba más y más, sobre todo los días martes y viernes que eran días especiales para los brujos que vivían dentro de los Apus cuidando el oro y al pueblo mismo.
Vivía en Yanahuanca un chalaco[2] que iba a trabajar al socavón[3] llevando a su niño de siete años. Su esposa había muerto y desde entonces había buscado a alguna persona para que se encargara del cuidado de su niño, pero como éste era tan pelinco[4] nadie quería hacerse cargo de él.
Así fue como un día martes, cuando se alistaban para ir a la mina, el niño preguntó a su papá si podía comprar un trompo más para su amiguito; el papá se sorprendió mucho porque el niño casi no tenía amigos por su carácter tan pelinco y además todo el día transcurría en el socavón. Así es que el padre preguntó extrañado a su hijo quién era aquel amigo. Y el niño respondió:
- No sé cómo se llama, pero juega conmigo todos los días en la ventana[5] donde me dejas cuando te vas a tu labor[6].
El padre se extrañó mucho, pero se dijo que probablemente sería hijo de algún cumpa[7], obrero o hijo de alguno de ellos que estaría en su misma situación; pero realmente era muy extraño ya que era muy peligroso traer a los niños a la mina. De todos modos, compró un trompo más para el amiguito misterioso.
Pasaron varios días, y el niño seguía pidiendo uno y otro juguete y cada vez le resultaba placentero estar en el socavón. El papá decidió averiguar quién era el amigo misterioso; un día, a media mañana, se acercó lentamente y sin hacer ruido se acercó al sitio donde dejaba diariamente a su hijo. Éste estaba jugando con otro niño; pero, al acercarse un poco más, se dio cuenta que no era un niño, sino un enanito vestido totalmente de minero y que su rostro brillaba como el oro; luego se miraron frente a frente y el papá sintió un espantoso terror, porque aquella mirada demasiado fría y tétrica parecía que lo iba a matar. Pensó en su hijo y sacando fuerzas de flaqueza se acercó a ellos y el enanito corrió hacia lo profundo de la mina, él cargó a su hijo y salió corriendo del socavón.
El niño enfermó gravemente, no quería comer, lloraba mucho, no podía dormir y sólo quería que su papá lo llevara a la mina. Preocupado su papá lo llevó a un curandero[8] y le contó lo que había sucedido y quería que lo curase. El curandero le dijo que el niño se había encontrado con el Muqui[9] y que éste deseaba llevarse al niño porque no le habían hecho el pago[10] por sacar el oro de la mina. De modo que el padre pagó al muqui enterrando coca, licor y fruta en el sitio donde el niño jugaba con el misterioso amigo. Al poco tiempo el hijo se restableció del todo en su salud ante la satisfacción del padre..
Los obreros aseguran que el Muqui es un celoso guardián de los tesoros de los Apus o abuelos[11] y que sólo dejan sacar el oro y la plata a los que cumplen con la ceremonia de la paga.
Relatado por el obrero Zacarías Taco de 58 años, natural de Pasco.

El Muqui y las bolitas de juego

El capataz llamado Máximo Huancaya que trabajaba en el socavón desde que era niño y se desempeñaba como pallaquero[12] había oído muchas historias de encantamiento de los Muquis, pero él no les tenía miedo como todos los demás. Sus ancestros le habían dado un secreto contra los Muquis: debería llevar siempre bolitas de juego en sus bolsillos.
Cierto día, al terminar su trabajo, cuando ya estaba saliendo de la mina se dio cuenta que había dejado olvidado su huallqui[13] de coca en su labor, así es que volvió para recogerlo. En el camino de retorno se encontró sorpresivamente con el tan mentado personaje, el Muqui. Sintió que la mirada del Muqui lo congelaba y que su cuerpo poco a poco no le resistía y al final se desmayó. Al recobrar el sentido, después de varias horas, se dio cuenta que estaba al borde de una chimenea[14] , un paso más y era hombre muerto.
No tenía ya consigo las bolitas que diariamente cargaba en sus bolsillos; el secreto de sus ancestros lo había salvado, pues, intercambió su vida por las bolitas de juego o canicas.

Relatado por el Capitán de Minas Ricardo Huancaya Delgado de 42 años, natural de Lima.






El Muqui y el viejo nochero

El anciano Segundo Guarano, trabajaba en la mina y había recorrido las oscuras pofundidades de la mina durante toda su vida. Era un hombre alto, grueso, muy valiente, no temía nada ni a nadie. Cuentan que en cierta ocasión, toreando en una plaza, había matado un toro bravo forcejeando con sus propias manos.
Un día estaba trabajando como nochero[15] con su mejor amigo Gualberto en el Pique[16], cansados, a eso de las dos de la mañana, decidieron dar una pestañeada, cuando a la media hora escucharon voces extrañas, y era que tres personas venían conversando; cuando las identificaron eran tres Muquis que resplandecían con una luz celeste muy brillante, vestidos de mineros y portaban todas las herramienas del caso. Gualberto, aterrado, se escapó corriendo por una próxima estocada[17], pero el viejo, lleno de hombría, permaneció allí sereno; cuando los tuvo muy cerca de sí sintió temor. Dos de ellos pasaron indiferentes de largo, pero el tercero muy molesto se le acercó más y lo tinto[18] fuertemente, entonces el veterano sacando fuerzas de flaqueza se enfrentó valientemente al Muqui.
Entablaron cuerpo a cuerpo una lucha a muerte, entre golpes de puño y recios forcejeos; después de haber peleado por espacio de una hora, el anciano muy fatigado había vencido definitivamente el Muqui, arrojándolo al precipicio del Pique.
Contó su hazaña a sus compañeros con mucha emoción; todos admirados lo felicitaban.
Pero él no estaba del todo contento, se sentía mal, no comía ni podía dormir y cuando iba conciliando a duras penas el sueño, veía la imagen del Muqui, con quien había peleado, quien pedía al anciano minero un pago para ser amigos. El veterano no quería obedecerle porque sabía que los Muquis preferían matar o desaparecer a los mineros.
Pasaron muchos meses intentando curarse, pero no hallaba mejoría, y al sentir que ya desfallecía, decidió hacer el pago correspondiente: enterró un chancho guagüita[19] en el mismo sitio donde había peleado con el Muqui. ¡Cuál no sería su sorpresa! cuando a pocos pasos más allá, encontró una picsa[20] de oro puro donde decía ‘un regalo para un verdadero amigo’.
Cuentan que desde ese día el viejo anda conjuntamente con los Muquis cuidando los tesoros sagrados de la mina.


Relatado por la señora Dora del Carpio, esposa de un obrero.


[1] Cerros imponentes, dioses que cuidan a sus pueblos y las minas.
[2] Persona que tiene el rango más bajo dentro de la mina, el obrero.
[3] Interior de la mina.
[4] Niño muy travieso y pendenciero.
[5] Recodo que se hace en algunas galerías de la mina.
[6] Trabajo determinado.
[7] Compadre.
[8] Persona que hace las veces del médico.
[9] Personaje misterioso, pequeño de 80cm. de altura, cuida tesoros de la mina
[10] Costumbre de dar algún regalo a los muquis
[11] Dios de los cerros que cuidan a las personas de acuerdo al día de su nacimiento.
[12] Obrero que antiguamente escogía a mano el mineral rentable del relave o desmonte
[13] Bolsita de tela en que se lleva generalmente la coca.
[14] Entrada vertical que une un nivel con otro.
[15] Persona que trabaja en el turno de noche en la mina.
[16] Máquina pesada fija, que sirve para el acarreo de mineral y personal.
[17] Recodo profundo en una galería.
[18] Hechizar.
[19] Quechuañol que significa pequeño recién nacido.
[20] Picota pequeña.

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